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Los gentilicios se relacionan siempre con los topónimos, o sea con los nombres de los lugares. A cada uno le corresponde un gentilicio, que es un adjetivo empleado en forma general por los lugareños. Los gentilicios “regularmente se forman de acuerdo con las reglas de derivación, haciendo uso de los recursos de la lingüística”. Algunos gentilicios se derivan del nombre que tuvo el lugar en época anterior, del grupo étnico que lo habitaba o de su fundador, etc.

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“Lo cierto es que un gentilicio no puede adaptarse por decreto, ni forzar su uso dándole el carácter de “oficial”, ni considerarlo único y verdadero, a no ser que la tradición, la importancia del lugar y la aceptación general lo hagan incontrovertible. Génesis, trascendencia y permanencia de los gentilicios están unidas al folclor, a manifestaciones de la sabiduría popular, a sus creencias, mitos y cuentos, a la historia y leyenda locales, a los personajes y a cualquier tradición arraigada en el inventario inmaterial de un lugar, hasta que se genera conciencia pública sobre el hecho y queda en firme”. No es, pues, necesariamente, una formación puramente gramatical.

En castellano hay varios sufijos o terminaciones para conformar el gentilicio de un lugar; la mayoría de ellos son terminaciones en Ano, ana; Ense; Eño, eña; És, esa; Ino, ina; Ero, era y otros de menor uso hasta disponer de cerca de 50. Su significado tiene que ver con la procedencia, pertenencia o adscripción, relación, etc. ...

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